No sólo Frivolidades

Autoreflexiones de una pensadora compulsiva. Inquieta por naturaleza y con pánico al aburrimiento y a la inactividad.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Hola, ¿qué tal?

¿Alguien se ha parado a plantearse qué hay más allá de "Hola, ¿qué tal?"? Y voy más allá de: "soy el chico de las poesías".



¿Pero qué clase de pregunta es esta? ¿Cuál es la respuesta acertada, "bien"? De acuerdo, pero si ya conocemos la respuesta, ¿por qué tenemos que preguntarlo? Podría ser una simple cortesía, pero será que no hay cortesías en el mundo, como para utilizar una pregunta que tiene la respuesta inherente.

Y no sé tú, pero yo me siento ridícula cuando respondo. Y más si no estoy bien, sino que estoy jodida por cualquier cosa. Pero claro, ¿eso qué le importa a quién me lo pregunta? Y entonces ¿Por qué me pregunta? Volvemos a chocarnos con nuestro amigo: el absurdo ser humano. Por si no es sufieciente, me encuentro con algo aún peor: mi repelente interés en buscarle la "lógica" a todo. Así que yo me tomo la pregunta de "¿Qué tal?" por su significado tal cual, y respondo a lo que se me pregunta. Termino dándome cuenta de que estoy dando más explicaciones de las requeridas por esta cortesía y no me queda otra que consolarme pensando: "Pues que no me hubiera preguntado. Verás que ya no me pregunta más".

Así que, como me conozco, te aviso. Si no te interesa realmente, no me saludes con un "¿Qué tal?".

;)

martes, 16 de noviembre de 2010

Cuando el mundo se convierte en un gran ombligo redondo...



Cuando el mundo se convierte en un gran ombligo redondo puede ser fascinante, pero en la mayoría de sus veces es aburrido, cansino y efica. Eficaz en cuanto a que los demás terminen evitándote, que nadie te escuche, eficaz a que no veas el mundo más allá de tus narices, los cual es triste. 

Cualquier mínima hazaña o aventura será permantentemente escupida a la mínima de cambio. Ya sea insomnio, que salió un día de fiesta o que plantó tomates con 5 años. Es curioso la capacidad de estos ombliguistas de redirigir cualquier tipo de conversación. Por ejemplo, en caso de que te dignaras a contarle con lágrimas en los ojos que hace escasas horas sufriste una paliza, el discurso derivará en "érase una vez mi viaje a Asturias en el que me intentaron robar el coche aparcado enfrente de una panadería".  PEro no acaba ahía la cosa, para más inri existen: el vecino, la hermana de su ex, un amigo, una amiga, mi padre, mi abuela y mi perro el que tenía un grano en el hocico. O cómo bien diría aquél: "Yo, me, mi, y si no, conmigo". No hay más, es inútil darle vueltas. Da igual que esté en la edad del pavo, en la inocente juventud, acabando la veintena, o en los 50. Y lo dejo ahí, porque soy partidaria de que ante los mayores, hay que echar llave enboca; tienen mucho que enseñarnos.

A veces es cierto que estos ombliguistas puedan despertar cierto interés, admiración o autoridad; pero si de verdad fueran merecedores de ello lo más probable es que cerraran el pico, y abriesen los pabellones auditivos. Escuchando se aprende, y éstos son conscientes: Cuánto más saben, más cuenta se dan de lo que les queda por saber. Ahora bien, esos SON SÓLO 5. Y aún así, hay veces que gusta hablar por el mero hecho de conversar, de tener una comida amena, comentar una película o reirse en compañía. Y eso, querido amigo, es complicado si cada vez que inicias algo, a las 6 palabras te roban la conversación para llevarla al "yo, me, mi, conmigo". Da igual lo que diga el telediario, todo será reconducido al "yo, me, mi, conmigo".

Pero cuando terminas rindiéndote y optas por cerrar la boca, aceptando la inutilidad de cormpartir una conversación amena y equilibrada viene lo más curioso: La introducción a una conversación por parte del ombliguista mediante una pregunta. ¿Por qué? Pues porque, amigo mío, él lo necesita. Necesita iniciar una conversación, ¿cómo si no va a sacar a la luz la belleza de tal redondo ombligo? Da igual, cualquier pregunta vale, cualquier respuesta vale, es indiferente. Todo será reconducido. Todo, como siempre, volverá a acabar en la redondez del ombligo, ya sea por él, por el vecino o por la abuela. 

Querido amigo, si eres ombliguista, escribe un blog, que ya te leerá a quien le interese. Y si no lo eres, espero haberte sacado una sonrisa. Y sólo me queda decir...

sábado, 13 de noviembre de 2010

Lo siento...



Lo siento, pero no quiero comer en el mismo plato en el que come la pereza...
Me acojo al derecho de sentir los pudores que sienta.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Ira Vs Alegría



Apreciar los detalles del mundo, valorar la vida, estar agradecida por ser capaz de andar, por ser capaz de decirle a los míos que los quiero. Motivos suficientes para conseguir no borrar la sonrisa de la cara. "¿Pero por qué sonríes siempre?", me han preguntado hartas veces. Pues porque soy feliz, porque si. "Pero ¿por qué? ¿Te ha pasado algo? Pareces el anuncio de Colgate".

¿Cómo es posible que la gente no entienda que tenemos motivos suficientes para sonreír? Cuando sonríes contagias a los demás, y los demás sonríen. Creamos un vínculo de bienestar común que te alienta en el disfrute de la vida, de lo cotidiano, y de lo extraordinario. Qué mejor motivo para sonreir que ser conscientesde la fortuna que tenemos al ser capaces de movernos para consolar a los nuestros con un abrazo cuando les haga falta. Podemos ver que el Sol nos ofrece irrepetibles colores cada día. Tenemos techo, ropas, sal y agua, infinitos libros. El agua de la lluvia nos puede mojar, porque podemos salir a la calle si nos da la gana, y nuestra piel tiene la sensibilidad necesaria para notar su humedad.

La madrugada del último domingo me robaron dinero, mi identificación, my Blackberry y la alegría. No soy capaz de sacar esa sonrisa en mi cara, entonces, me miro en el espejo y no me veo. La agresión me ha enturbiado el alma. Por un desalmado que se gastará mi dinero en medicinas, que decidió ganarse su propina propinando golpes, ira y terror.

Puedo llegar a entender que ciertas personas  sean tan desdichadas de no llegar a comprender el porqué de sonreír si no ha ocurrido algo extraordinario. No será tanto porque ellos no tengan motivos para ello, como porque su inteligencia no de para más, o se nieguen a abrir los ojos que si que tienen en la cara; quizá sea simple carencia de actitud. Pero me parece intolerable, brutal y me revienta las entrañas que se encogen en mi pecho el que que haya animales con apariencia humana que canalicen sus vicios descargándose con violencia, horrorizando a quienes si que tienen la actutud de vivir en armonía, haciendo uso orgullosamente de simples sonrisas.

Denuncio que me han robado la alegría, y me han borrado a puñetazos la sonrisa. Ese inculto no me leerá, pero por si acaso, le anuncio bien claro que me voy a echar a la calle, voy a sacar al máximo esa actitud, recargaré mi alma de alegría, y volveré a sonreir. Y ese desgraciado seguirá en la calle, guiado por los demonios, sufriendo hasta consumirse, bien por el vicio, bien por su ira. Porque las batallas no cuentan, esta guerra la gana la alegría.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Hoja de otoño

How many times have I told you, never forget who you really belong to...
How many things have I  shown you, today, today, today...

¿Soy yoy? ¿Asusto? Eres tú, y por eso has de estar sola... como la hoja rota ocre que cae del árbol de enfrente: se cae, seca, y se queda en el suelo....
Y se cae, y nadie la ve, se agrieta hasta partirse. Su pequeña alma de vida se raja, hasta que alguien llega y la pisa. Y cruje. La puede oir, y pueden mirarla. Pueden seguir su camino. Esa es la vida. Pero la vida de la hoja sigue allí. Todos saben de la belleza y vitalidad que la hoja seca y agrietada de otoño supone; supone el paso del tiempo, el paso de la vida.

Muchos me han preguntado por ti, pero no los he creído dignos de tu disfrute. Porque tú sola estas mejor, hoja de otoño. Hoja que se agrieta sola mientras la pisan. Y la vida pasa, y la hoja se agrieta. Y la hoja se ve en el reflejo de un charco de noviembre, y se ve sola, llora y se agrieta más. La hoja se parte, y llora, y no le vale de nada, porque nadie es digno de sus lágrimas según su árbol. Y es un árbol sabio que la quiere y pena su caída, pero grita que "mi hoja no! Tú no la mereces, ella vale mucho".

La hoja sigue en el suelo, y tirita. No le afecta el frío, extranjeros aires más fríos le dieron. Pero el tiempo andaluz no consuela su tambaleo. Nació allí, y allí la buscarán. "Pero esos no son para ti", insiste su tronco, valorable y robusto, y admirable en donde los haya.

La hoja entiende, comprende. Pero sigue en el suelo, tirada, caída, rota. Agrietándose. Porque nadie es merecedor. ¿Eso es la vida? ¿Quién juzga el destino de la hoja? ¿Quién, joder? ¿Quién responde? Porque duele, y agrieta el corazón. Y el corazón se cansa, porque lleva mucho teimpo latiendo solo; para sólo dar savia de la que aporta, pero no enriquece su amor, el motor que mueve el mundo. Lo sabe, pregunta, y cuestiona por tal ventura. Pero no le contestan, sólo oye: "ése no, ese no te vale, ese no espara ti, mereces algo mejor".

Sigue, hoja sola, que es a lo único que te han enseñado. Y si lloras, que no te oigan. Que tú no has nacido para llorar, sino para seguir adelante.


viernes, 5 de noviembre de 2010

¿Eres CAPAZ de apreciar las diferencias de significado?

  1.  Dijo que ésta mañana vendrá / Dijo que esta mañana vendrá; 
  2. Pasaré solo este verano / Pasaré sólo este verano
  3. Un café solo / Un café sólo 

Un peto blanco y una camisa de franela de cuadros

Le calculé unos treinta años, peros sus gestos eran tan sencillos y naturales como una mujer adolescente, y daba gusto ver cónmo una mujer tan encantadora salía a la calle vestida con un pantalón con peto blanco y una camisa de franela de cuadros. Era un signo de confianza, pensé, una indiferencia hacia las opiniones de los demás que sólo muestran los espíritus más firmes y sólidos.


Broolklyn Follies
Paul Auster

Brancusi (Torso de mujer joven)

martes, 2 de noviembre de 2010

Para los "pequeños"


La esencia se guarda en frascos pequeños… “y también el veneno”, me respondión uno de mis profesores del instituto en mitad de una clase.

¿Y qué ocurre con Nosotros, gente cuya longitud no supera el metro sesenta? Todo aparentemente está hecho para “gente grande”, excepto algunas tiendas, con sus colecciones especiales de ropa (como la anglosajona Top Shop).

Supongamos que yo (con mi metro y medio) me dispongo a tomar un agradable y relajante baño con sales y burbujas (¿¿agradable??). ¡Es una gran aventura! Primero: tendrás que darme la razón si puntúo que escurridiza, ¡peligrosa! ¿O no? Segundo, para tomar este relajante baño, tendrás que la superficie de la bañera es resbaladiza, tumbarte en la susodicha bañera. Entonces, responderé a esa pregunta que hice sobre qué ocurría con Nosotros: Mientras tú usarías tus pies como apoyo para no resbalarte (recordemos el peligro de “la bañera enemiga”) e introducir tu cabeza en el agua llena de mil potingues aromáticos, nuestras cuellos tienen que corformar un ángulo de 90 grados respecto al resto del cuerpo para evitar ahogarnos. Conlusión: nuestro relajante baño nos deja el cuerpo en forma de “L” y un dolor de cabeza y cervicales considerable.


El “super-ceñido-pantalón-pitillo”, todo un invento. Ha sido la primera vez en toda mi vida que consigo ponerme unos pantalones recién comprados: ¡Antes era imposible hacerlo sin que pasaran anteriormente por sus arreglos correspondientes en los bajos! Y si hablo ya de lo estupendamente divinos (sin sarcasmo) que son los altísimos tacones, ¿en realidad debemos estar agradecidas por poder usarlos sin hacer a ningún novio aparentemente bajito? Si mis pies y mi espalda hablasen, no sería precisamente para agradecer nada a este invento. A veces pienso que si me torciese el pie, no correría tanto perligro de partirme un tobillo como de partirme el cuello. De todas formas, nunca olvidaré la cariñosa frase de un amigo de la infancia: “no sé para que te pones esos taconacos, si te seguimos viendo igual de chica...”.

Otra gran aventura es el metro. Entiendo que las barras de sujeción estén altas, par aque los altos no se vayan golpeando. Pero si se me ocurriese intentar agarrarme (por supuesto, uno de esos días que llevo mis tacones, si no no llegaría), no se me va de la cabeza el terror a que el metro pare, y mi posición, debido al poco agarre tanto a la barra como al suelo (por el gran estiramiento que hace mi cuerpo para llegar a la dichosa barra) pase de ser vertical a completamente horizontal. Me quedaría literalmente tumbada.

De todas formas, Nosotros somos: más ágiles, podemos usar ropa y calzado de niños (más barato y con más color), tenemos que echarnos menos crema en el cuerpo, podemos hacernos un ovillo corporal y dormirnos mientras viajamos en tren… Y paro, porque si no las “grandes personas” empezarían a tener complejo…

Aún así y con todo, tengo el orgullo de reconocer que sigo amando mis tacones.

xox

lunes, 1 de noviembre de 2010

¿Hablar claro?


¿Por qué le costará tanto a más de uno utilizar un lenguaje sencillo? Ojo, que no me refiero a “hablar simple”, si no de no esforzarse en intentar demostrar lo super listos que somos mediante palabras que lo único que hacen es complicar el que nos entiendan. Que una cosa es ser simple y otra sencillo. Por ejemplo, “El inconmensurable sentimiento afectivo fraternal que tengo hacia el primogénito de la mujer de mi predecesor paterno” es algo enredado y pedante si lo que quiero es decirle a mi prima Lola que “quiero a mi hermano con locura”.
El don de la pluma no está en rebuscar innecesariamente, para expresar algo con un lenguaje rebuscado. Las frases sencillas, la fluidez del texto, podrán enriquecer mi humilde vocabulario con el uso de palabras que no frecuento, o que desconozco. Pero la sucesión artifical de ellas, no. De hecho aburre.
Y si hablamos de la intrusión de vocablos extranjeros en el discurso, ponemos la guinda. Con lo bonito que es agradecer diciendo: Gracias. O pedir algo, con un: Por favor. Con la riqueza que tiene nuestro idioma, ya dirás el sentido de empequeñecerlo de esta manera tan tonta. De acuerdo en utilizar “marketing”, pero, y ¿qué hay de: “es muy trendy”?. Y es que de cursis tampoco carecemos en España. Si viajo a Londres, ¿qué necesidad tiene mi vecino Pepe de oir que “me voy a London”? Porque me gusta comer en restaurantes, no en “restaurants”, y me tomo los cafés con leche, y no un “latte de Starbucks”. Por no hablar del daño que pudo hacer en su día la Barbie a la Mariquita Pérez.

Así que dejemos la parafernalia para los pólíticos, que mucho hablan y poco dicen, y que “el agua clara, y el chocolate espeso”.

Continuaré…