No sólo Frivolidades

Autoreflexiones de una pensadora compulsiva. Inquieta por naturaleza y con pánico al aburrimiento y a la inactividad.

lunes, 1 de noviembre de 2010

¿Hablar claro?


¿Por qué le costará tanto a más de uno utilizar un lenguaje sencillo? Ojo, que no me refiero a “hablar simple”, si no de no esforzarse en intentar demostrar lo super listos que somos mediante palabras que lo único que hacen es complicar el que nos entiendan. Que una cosa es ser simple y otra sencillo. Por ejemplo, “El inconmensurable sentimiento afectivo fraternal que tengo hacia el primogénito de la mujer de mi predecesor paterno” es algo enredado y pedante si lo que quiero es decirle a mi prima Lola que “quiero a mi hermano con locura”.
El don de la pluma no está en rebuscar innecesariamente, para expresar algo con un lenguaje rebuscado. Las frases sencillas, la fluidez del texto, podrán enriquecer mi humilde vocabulario con el uso de palabras que no frecuento, o que desconozco. Pero la sucesión artifical de ellas, no. De hecho aburre.
Y si hablamos de la intrusión de vocablos extranjeros en el discurso, ponemos la guinda. Con lo bonito que es agradecer diciendo: Gracias. O pedir algo, con un: Por favor. Con la riqueza que tiene nuestro idioma, ya dirás el sentido de empequeñecerlo de esta manera tan tonta. De acuerdo en utilizar “marketing”, pero, y ¿qué hay de: “es muy trendy”?. Y es que de cursis tampoco carecemos en España. Si viajo a Londres, ¿qué necesidad tiene mi vecino Pepe de oir que “me voy a London”? Porque me gusta comer en restaurantes, no en “restaurants”, y me tomo los cafés con leche, y no un “latte de Starbucks”. Por no hablar del daño que pudo hacer en su día la Barbie a la Mariquita Pérez.

Así que dejemos la parafernalia para los pólíticos, que mucho hablan y poco dicen, y que “el agua clara, y el chocolate espeso”.

Continuaré…

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