No sólo Frivolidades

Autoreflexiones de una pensadora compulsiva. Inquieta por naturaleza y con pánico al aburrimiento y a la inactividad.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Almas encallecidas

Día 12 de octubre del presente año en Granada. Estoy sola en mi piso de 4 estudiantes por ser puente. Decido salir. Como sé que, apesar de ser fiesta nacional, las tiendas abren, me voy de compras por la calle Recogidas, corazón comercial Granadino. Compruebo que no soy la única. 

Salgo de Zara, situada en la esquina más concurrida de esta famosa calle. Hay una anciana de unos 85 años anunciando a gritos que "tiene" (vende) pañuelos (de papel). Y subo Recogidas. A la media hora la bajo, la anciana sigue en la esquina. Esta vez sentada en el escalón de nombrada tienda. Será que descansa, igual ha tirado la toalla respecto a su "venta". 



Esta vez me fijo en ella. Encogida por los años, calza unos zapatos de lona azulmarino de cordones. Se enfunda un abrigo tres cuartos de paño gris por el que asoma una falda a la rodilla de color burdeos. Se cubre con unas gafas de sol oscuras, a pesar del gris día que llevamos. No sería la anciana con la que, en caso de no estar tirada en un bordillo o gritando "pañuelos", pareciera estar en desesperación y necesidad. Intuyo que quizá sufra un inesperado problema económico. 
¡Y nadie le hace caso! Absolutamente nadie. Es increíble. Es la esquina con más movimiento en la "calle de las compras" de Granada, nadie la mira. ¡Es que somos malos! Esta sociedad consumista nos ha endurecido el corazón. Por propio egoísmo, pensar que seremos todos ancianos, a los que podría sorprendernos la vida y encontrarnos en la desesperación; nadie se solidarizaría con nosotros, tal como hacemos. Somos unos miserables consumistas insaciables. Queemos más y más aunque no nos sirva para nada. Padecemos de una especie de Síndrome de Diógenes, almacenando productos superfluos, encalleciendo nuestras almas ignorando conscientemente a quienes pasan por nuestros ojos y de verdad lo necesitan.



Y mi estómago se quiere salir por mi boca, y lloro. Y más que debería llorar. Poque yo soy otra criatura más de esta sociedad consumista encallecida. Y, egoístamente, me da miedo encontrame en la situación de esta anciana. Y mis problemas estúpidos me impiden solidarizarme.

¡Pero quién soy! ¿Qué clase de persona soy?
¡¿Quñe mundo es este?!

2 comentarios:

  • A las 10/13/2010 , Anonymous Alberto ha dicho...

    Hola María. Siguiendo tu facbook me he encontrado tu blog y no podía pasar de largo. Creo que lo visitaré a menudo (lo haré por egoísmo?), parece muy interesante todo lo que cuentas.

    Nadie es egoísta por completo igual que nadie es altruista del todo. Tener este blog es una prueba de ello, ya que éste podría definirse como un medio altruistamente egoista. Escribes sobre ti, sobre tus sentimientos, escribes egoístamente pero lo compartes de manera altruista. Escribir sobre esa anciana puede ser egoísta, pero al hacerlo, lo que escirbes se convierte en denuncia, que es una de las formas del altruismo.

    ¿Quién soy? Creo que muy poca gente podría responderse a esa pregunta...

     
  • A las 10/27/2010 , Anonymous Anónimo ha dicho...

    Lo más importante: ¿le compraste un paquete de pañuelos a la anciana o pasaste de largo como la demás gente a la que criticas?

     

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