No sólo Frivolidades

Autoreflexiones de una pensadora compulsiva. Inquieta por naturaleza y con pánico al aburrimiento y a la inactividad.

miércoles, 27 de abril de 2011

Arrepentimiento

¿Por qué la gente dicen, proclama, insiste, con la cabeza bien alta, que no se arrepiente de nada?
Intuyo cierta pauta social no escrita que deja en mal lugar el sentimiento de arrepentimiento, que desear que el tiempo vuelva atrás para evitar algo que ya se ha hecho, o que no se ha hecho. "Yo no me arrepiento de nada, lo hecho hecho está", "ahora, a apechugar". Y a quienes me refiero, incluyéndome yo misma, es a aquellos que alguna vez lo han dicho o lo han pensado. Todos, alguna vez nos hemos arrepentido.
"Errar es de humanos". Todos lo hemos escuchado, todos lo hemos dicho, todos lo damos por válido. Entonces, si errar es de humanos, ¿por qué nunca vamos a sentir, al menos alguna vez, el arrepentimiento? ¿Por qué no vamos a desear que el tiempo retrocediese? No planteo esencias del alma, ni filosofías, ni otras chorradas, sino lo ridículo que es el ser humano que se contradice en su moral y planteamientos más básicos. Yo entiendo que no querramos que todo se borre, que, como inteligentes animales que somos, pretendemos que nuestra vida sea evolución y aprendizaje de los errores.

Y digo yo, si nunca nos arrepentimos, nunca consideramos que hemos metido la pata. ¿Nos creeremos divinos, todopoderosos, "inhumanos"? Será que no nos arrepentimos, porque creemos que nunca más volveremos a meter la pata. Claro que ya lo dicen por ahí, "el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra".

Mi propia opinión: Que somos ridículos, que somos animales ridículos, el hommus ridículus. No es que seamos tan divinos que no lleguemos a sentir arrepentimiento, es que somos tan humanos que no queremos llegar a sentirlo, ni a reconocer que lo estemos sintiendo. Ridículo orgullo gratuito, es eso.

Qué sabrá éste, dije para mí, sin embargo, sabía mucho más que yo". Y es que con el tiempo comprendemos, vemos el error, lo localizamos. Con el tiempo comprendemos que TENÍAMOS  QUE COMETER EL ERROR para llegar a ser quienes somos, quienes seremos.

miércoles, 20 de abril de 2011

Malena es un nombre de tango

[...] y nunca he estado tan segura de hacer las cosas que tenía que hacer, ni de hacer las cosas bien, aunque otras sombras, agazapadas en los pliegos de aquellas horas que inflaron el verano, ESCAPABAN CON FRECUENCIA A MI CONTROL y emprendían un crecimiento frenético que multiplicaba miles de veces su tamaño, hasta desbordar en todas las direcciones el espacio reservado A LOS REMORDIMIENTOS COMUNES y seguir extendiéndose imparables, para bordear las fronteras de su territorio, SOBRE EL QUE YO NO POSEÍA NINGÚN DOMINIO. Entonces, Fernando, que era el único objeto de mi pensamiento, pasaba a un segundo plano,  Y ERA YO QUIEN ME PREOCUPABA A MÍ MISMA, YO QUIEN ME DISGUSTABA, YO QUIEN, DE NUEVO, ME SUMERGÍA VOLUNTARIAMENTE EN UN PANTANO  del que creñia que los ojos de mis amante habían logrado arrancarme para siempre, y dudaba de las verdades viejas, PERO NO DUDABA MENOS DE LAS NUEVAS.

Desarrollé un sentido especial para comprender cosas que no conocía, y tal vez esa ignorancia alimentó mi angustia con más tesón que sus propias causas, porque creía sinceramente ser LA ÚNICA CRIATURA EN EL MUNDO QUE EXPERIMENTABA, que había experimentado alguna vez, los efectos de PASIONES tan intensas y TAN CONTRADICTORIAS, y me aterraba estar segura de que Fernando no me amaba tanto como yo lo amaba a él, pero me aterraba más reconocer que no era su lealtad lo que más me atormentaba, sino mi propia DEPENDENCIA. Echaba de menos los ingredientes del romanticiso convencional, porque nunca nos miramos arrobados con los dedos entrelazados, y no nos sentábamos en ningún banco para contemplar las puestas de sol, y nunca jamás hablamos del futuro -un tema que ambos, parejamente conscientes de nuestras circunstancias, eludíaos con un cuidado rayano en la neurosis-, y los besos, y las caricias, y los abrazos, como un frente de nubes cargadas de lluvia, nunca se agotaban en sí mismos, y me parecía que eso no estaba bien, que estabamos condenados a quedarnos para siempre en el peldaño inmediatamente inferior al sublime éxtasis espiritual que resume el amor en teoría, pero al mismo tiempo, akgunas veces, mientras Fernando se movía dentro de mí, un sentimiento ambiguo propio y ajeno, HECHO A MEDIAS DE EMOCIÓN Y DE CULPA, descendía desde un nivel situado muy por encima del placer corriente,  para concederme una suerte de estado de gracia que me retornaba a las parcas manifestaciones de fervor religioso que habían jalonado mi infancia, aunque mi enajenación crecía hasta alcanzar cotas que jamás había rozado antes, y sin embargo no era esa pagana conexión lo que me angustiaba.

ALMUDENA GRANDES

miércoles, 6 de abril de 2011

Alguna vez...

¿Alguna vez has sentido...
Que tienes una campana gigante sobre ti cubriéndote hasta las rodillas. Que su péndulo te atraviesa desde la boca hasta la boca del estómago. Que entonces comienzan a moverse, que redoblan, más y más fuerte, con violencia. Que te agita, por dentro y por fuera.
Que no sabes si te molesta más el péndulo rozándote la boca del estómago; los agresivos zarandeos del péndulo en el esófago oprimiéndote el pecho; la angustia en la garganta; los vaivenes de la campana golpeando tu cabeza.
Y no para. Un día, otro día, y otro... Duele dentro y duele fuera. Hasta que sale. Sale la campana. Sale el péndulo. Que no sabes si te alivia, o directamente es que eres tan masoca que fuiste tú el que se acercó a la campana. Porque hacía tanto tiempo de aquello... que llegaste a pensar que el sonido celestial de las campanas que se describen en los libros era el real. Que desconfiaste de ti, que desconfiaste del campanero. Lo has sentido?

Por suerte, sabes que vendrán campanas que mejores melodías te dejen disfrutar. Al fin y al cabo, el aburrimiento nunca es un criterio. Me está pareciendo hasta divertido imaginarme dentro de esta campana... Siempre es más sano cantar a capela, ¿cantamos?